
Este Musimundo de la nostalgia parece una sucursal del Parque Rivadavia o el Centenario. Sólo que acá no quieren enchufarte un plasma, ni una de esas computadoras de última generación. El dueño del lugar te atiende él mismo y conoce tus gustos musicales. Es tu vendedor, tu amigo y tu consejero. Sabe que si te llevás el primero de Yes, después vas a volver por alguno de Emerson, Lake and Palmer o King Crimson.
Los discos que ofrece bordean los 50 pesos, y sólo aumentan su precio a medida que los personajes de sus portadas van pasando a mejor vida. Hace 3 años te vendía el primero de Pappo’s Blues a 45 pesos (¡Una joyita!) y ahora lo puso a 80. Upssss. Gajes del oficio, los llama él. Como ese capítulo de Los Simpson en que se moría el saxofonista Encías Sangrantes Murphy y su único LP pasaba de 250 dólares a 500. Las maravillas que pueden lograr un marcador negro y un vendedor sin escrúpulos.
Un chico entra al lugar y empieza a revisar el material de la fritura constante (aunque este ambiente no tenga nada que ver con la cocina). No encuentra el segundo de Sui Generis. Preocupación. “Te lo consigo para la semana que viene”, escucha. Se ofusca. Pucherito. No se lo puede sobornar ni siquiera con dos de Serú Girán. Al final se va del local a las apuradas. Se calza el IPod que lleva en el bolsillo y enfila para Corrientes, cabeceando al ritmo de la música. Ni se da cuenta que lleva colgando de su cuello unos 200 vinilos.
NJI (2008)