se mezcló con tu perfume
en aquella estación de Haedo
donde vos eras la reina,
tu figura
me encegueció
como cuando te apunta el francotirador
con la lucecita roja,
levanté los brazos,
manos en la nuca
y me entregué
a esos ojos color café
que derritieron patagonias enteras,
vi tus labios
y me enredé
como las luces del arbolito
que armábamos de chiquitos,
tus piernas
no eran piernas,
eran tentáculos
recién salidos del mar,
nos convertimos en piezas de un ajedrez
que ya nadie jugaba,
haciendo enroque
sin que nos diéramos cuenta,
jaque mate, gritaste
pateando el tablero
jaque mate, gritaste
pateando el tablero
y no me diste revancha,
vuelta a casa
navegando en la proa del 106,
de Liniers a Retiro,
rompiendo los cristales
con el martillo rojo
para escapar
de mí.
con el martillo rojo
para escapar
de mí.