Un cuchillo desafilado sigue siendo un cuchillo

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El cielo está en celo,
los perros del vecindario aúllan
y yo -endomingado, inabrazable-
me dejo arrastrar por la corriente
de esta noche morocha y despeinada

que no sabe ni atarse los zapatos.
Trenes en mi cama,
a toda máquina
contra la bahia de mi pecho.
Pensamientos de abeja,
revoloteando en mi cabecera.

Me siento como una casa sin muebles,
soy un freelance del amor
que se cansó de los horarios de oficina. 

En cierto punto, 
todos lo somos -sí-

Busco algo que me empañe el vidrio,
que me salpique los días.
Algo que pueda tocar y sentir,
algo auténtico, como una verdad.
Quiero algo que no esté en internet.
Algo que perezca con el tiempo,
que envejezca conmigo.

Me tragué toda el agua de la zanja,
incendié los mares,
derrumbé imperios
y acá estoy de regreso,
tirándole piedras a la soledad
desde lo alto del balcón.

Un cuchillo desafilado
sigue siendo un cuchillo,
vos lo sabés bien. 

A veces hay que limar
las piezas del cubo
para que encajen.

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